Observar, preguntar y escribir. Aunque yo aún no lo
sabía, eso me llevaría a decidirme a ser periodista. Pero por el momento yo
sólo me asombraba ante el mundo que me rodeaba. Un mundo pequeño, provinciano,
pero apasionante ante los ojos de una niña que tiene todo por descubrir.
A lo largo de mi infancia, mis viajes rara vez
duraban más de una hora en coche y los paisajes que se sucedían detrás de la
ventanilla eran casi siempre los mismos. No obstante, para mí eran únicos y
albergaban todas las maravillas de la naturaleza ¿Cómo podía crecer un bosque
de la nada? “¿Mamá, quién puso la primera semilla?”. En mi diario apuntaba las
respuestas para que no se me olvidaran y para, al regresar, poder contar a mis
amigos los descubrimientos que había hecho.
Poco a poco me fui introduciendo en el apasionante
mundo de la lectura. En mi adolescencia me embarqué en la aventura de recorrer 20.000 leguas de viaje submarino y di La vuelta al mundo en 80 días. A la edad
de 13 años tuve que abandonar los viajes en papel para ser protagonista de mi
gran aventura. Barcelona entró en el trazado de mi mapa y aquello conllevaba
dejar todo lo conocido atrás. “Vivirás en Europa y tendrás la
oportunidad de viajar y conocer magníficos lugares”. Mi padre tenía razón y
desde entonces la necesidad de viajar está palpitante en mí.
Por ello, al entrar en la universidad una de mis
metas era estudiar en otra ciudad. Sevilla fue el destino escogido y durante
nueve meses se convirtió en mi tercer
hogar. Realmente, esa ciudad tiene un color especial. Guardo un grato recuerdo
de ella, no sólo por las amistades que hice, también porque fue allí donde me
inicié en la escritura de viajes junto a un profesor al que le apasiona lo que
hace.
Y ahora pretendo recordar lo aprendido, aprender
nuevas cosas, leer más sobre viajes y conseguir poner por escrito las
experiencias que he tenido y las que aún están por llegar.
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