diumenge, 12 de maig del 2013

Pràctica 3 (Yolanda)


Es difícil seleccionar, de entre 500 páginas, un solo fragmento que me haya impactado. Son muchos los pasajes que me han gustado por la sencillez de las descripciones, por la parquedad de adjetivos y la precisión del mensaje. Me horroriza la tradición china de comer animales raros y el autor menciona este hecho a lo largo del libro en diversas ocasiones. He seleccionado un pasaje del final del capítulo 11, “El rápido a Guilin: tren número 80”. El autor ha conocido a un tipo, Jing, con el que conversa sobre los hábitos alimentarios de los chinos y la costumbre de comer de todo (“salvo aviones y trenes”). El muy hábil autor sonsaca al señor Jing sobre el tipo de animales, algunos en vías de extinción, que los chinos comen. Esta conversación, concluye ofreciéndose el señor Jing a organizar una degustación de “cosas prohibidas”.

“- ¿Le gustaría comer cosas prohibidas?
-Me gustaría comer cosas interesantes-
[…], Eso está hecho. Puedo organizarlo”.

Cuando el señor Jing reaparece, tiene lista toda la parafernalia para agasajar a Theroux con una exquisita y prohibida comida en un restaurante de lujo. Me ha gustado la simplicidad con la que el autor describe cómo transcurre la cena, desde que llegan al restaurante y el señor Jing con el chófer que se ha agenciado se enzarzan en una discusión con el camarero por la mesa, hasta los símiles que establece el autor para que nos imaginemos a cuánto asciende la cuenta del condumio. Me ha encantado la ironía con la que Theroux nos explica el desconocimiento del señor Jing, que siempre se ha presentado como un experto, para distinguir uno de los platos. Con la seguridad del que todo lo sabe, se inventa, porque no hay duda de que no tiene ni pajolera idea, que un muntjak es un conejo cuando Theroux sabe a ciencia cierta que se trata de un ciervo pequeño. Me he deleitado con el párrafo en que el autor, utiliza diferentes comparaciones para explicarnos lo astronómico del coste de la comida y cuando, finalmente, nos explica que aquello había sido un timo, cosa que, deduzco, él sabía desde que decidió participar en el juego.

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